Luis Grimaldi, un migrante que promueve soluciones seguras
El activista lidera el CDR de Lurín y empezó su labor humanitaria durante su época universitario
Luis Grimaldi tiene una personalidad muy particular que hace difícil que pase desapercibido. Él es un licenciado en Administración de Empresas que conoce muy bien el oficio del arte: es músico, cantante, animador, y organizador de eventos. No le tiene miedo al trabajo. Su proceso migratorio estuvo marcado altas y bajas pero, hoy tiene una solidez que le permite ayudar a otros.
Una puerta que se cierra
Su meta era llegar a Chile, pero los planes no salieron como estaba previsto y terminó en Perú, el país que vio nacer a su hijo menor y también le está dando un mejor futuro al que podía tener en Venezuela su hijo mayor.
Grimaldi recuerda hace cuánto tiempo llegó a Perú: 6 años y 4 meses. El viaje fue accidentado; en Colombia, el bus en el que viajaban fue secuestrado, le robaron la maleta y con ello, casi todo lo que traían. Hizo todo el trayecto junto a su hijo de 5 años y la madre de su otro hijo que estaba a pocos meses de nacer.
“Me tocó emigrar, salir de mi país prácticamente a empujones. La situación fue la que realmente me obligó. Me encerró en una cúpula en la que yo sentía que no respiraba, no tenía ningún tipo de salvación”, relató.
“Tenía un hijo que venía en camino y lamentablemente no había un buen panorama. Había sido declarado con problemas de nutrición; es triste comentarlo pero fue la realidad y esto me llevó a vender nuestro techo”.
“Salí a buscar empleo y descubrí lo delicado que era no estar regularizado. Tenía un pasaporte a punto de vencerse, una cédula gracias a Dios bien, pero no tenía nada, no sabía la realidad de lo que se venía”, agregó. Cuando le quedaban los últimos 200 soles y sin un lugar donde llegar, una persona que se ofreció a llevarlas, les consiguió una habitación de 85 soles por día.
Un hotel en el que trabajó no le pagaron y ya estaba a pocos días de convertirse en papá por segunda vez. A la mamá de su hijo la discriminaron por su color de piel en el hospital. “Hoy por hoy psicológicamente no lo he olvidado, fue un momento muy desagradable y, a pesar de todo esto,recuerdo a quienes nos ayudaron”.
Ayudar, una meta cumplida
Ya en Perú, en la medida que se iba estabilizando empezó a colaborar con otras personas. Sus primeros pasos los dio en Punta Negra con el empadronamiento de venezolanos en plena pandemia. Al principio no hubo respuesta pero alguien le aconsejó que se organizara. En el camino recibió ayuda ONG Unión Venezolana en Perú, de Nela Herrera de Ocasiven y hasta llegó a contactar a un sacerdote en Lurín con quien consiguió una donación de alimentos.
Puso en práctica lo aprendido cuando formó parte de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (Clap), en su momento, la única alternativa para poder conseguir alimentos en Venezuela y la estrategia funcionó.
Luego, logró que un insulinodependiente recibiera su medicamento y desde entonces no para de trabajar. Fue llamado por la presidenta nacional de los Consejos de Residentes de Venezuela, Nela Herrera y aceptó el reto. Desde entonces lidera el CDR-Lurín.